jueves, 5 de enero de 2017

EN EL AMOR HOY EN DÍA PONEMOS MUCHA CABEZA Y POCO CORAZÓN

QUE LA PAREJA ESTÁ EN CRISIS ES ALGO EVIDENTE, NO ES NECESARIO RECURRIR A LAS ESTADÍSTICAS, YA QUE COMO TERAPEUTA PSICO-EMOCIONAL QUE SOY EN MI CONSULTA ÚLTIMAMENTE ATIENDO NUMEROSOS CASOS DE CONFLICTOS EN LAS PAREJAS.

Por eso hoy me voy a permitir aportar algunas ideas, para entender la evolución del amor en la pareja, pero la conclusión no es otra que el título del artículo “EL AMOR DE HOY TIENE MUCHA CABEZA Y POCO CORAZÓN”.

El amor en el siglo XXI es una utopía colectiva que se expresa en y sobre los cuerpos y los sentimientos de los seres humanos, y que, lejos de ser un instrumento de liberación colectiva, sirve como anestesiante social.

El amor hoy es un producto cultural de consumo que calma la sed de emociones y entretiene a las audiencias. Alrededor del amor ha surgido toda una industria y un estilo de vida que fomenta lo que el famoso escritor y ensayista H.D. Lawrence llamó “egoísmo a dúo”, una forma de relación basada en la dependencia, la búsqueda de seguridad, necesidad del otro, la renuncia a la interdependencia personal, la ausencia de libertad, celos, rutina, adscripción irreflexiva a las convenciones sociales, el enclaustramiento mutuo…

Este enclaustramiento de parejas propicia el conformismo, la vuelta ideológica a posiciones más conservadoras. Las redes de cooperación y ayuda entre los grupos se han debilitado o han desaparecido como consecuencia del individualismo y ha aumentado el número de hogares monoparentales. La gente dispone de poco tiempo de ocio para crear redes sociales en la calle, y el anonimato es el modus operandi de la sociedad actual: un caldo de cultivo, pues, ideal para las uniones de dos en dos (a ser posible monogámicas y heterosexuales).

De este modo, nos atrevemos a afirmar que los modelos de relación erótica y amorosa de la cultura de masas están basadas en la ideología del “sálvese quien pueda”. MUCHA GENTE SE QUEJA DE QUE LOS AMORES DEL MOMENTO ACTUAL SON SUPERFICIALES, RÁPIDOS E INTENSOS, COMO LA VIDA EN LAS GRANDES URBES. ES CADA VEZ MÁS COMÚN EL ENAMORAMIENTO FUGAZ, Y PARECIERA QUE LAS PERSONAS, MÁS QUE LOGRAR LA FUSIÓN, LO QUE HACEN ES “CHOCAR” ENTRE SÍ.

Creo, coincidiendo con Erich Fromm, que a pesar de que el anhelo de enamorarse es muy común, EN REALIDAD EL AMOR ES UN FENÓMENO RELATIVAMENTE POCO FRECUENTE EN NUESTRAS SOCIEDADES ACTUALES: “LA GENTE CAPAZ DE AMAR, EN EL SISTEMA ACTUAL, CONSTITUYE POR FUERZA LA EXCEPCIÓN; el amor es inevitablemente un fenómeno marginal en la sociedad actual”. Y lo es porque el amor requiere grandes dosis de apertura de uno mismo, de entrega, generosidad, sinceridad, comunicación, honestidad, capacidad de altruismo, que chocan con la realidad de las relaciones entre los hombres y las mujeres en este siglo XXI.

Por eso creo que el amor, más que una realidad, es una UTOPÍA EMOCIONAL de un mundo hambriento de emociones fuertes e intensas. En la actualidad existe un deseo de permanecer entretenido continuamente (quizá para no ver la realidad); probablemente la vida tediosa y mecanizada favorece estas necesidades evasivas y escapistas. De esta utopía emocional individualizada surge lo que se denomina la era del narcisismo, en ella las relaciones se basan en el egoísmo y el egocentrismo del individuo.

Las relaciones superficiales que establecen a menudo las personas se basan en una idealización del otro que luego se diluye como un espejismo. En realidad, las personas a menudo no aman a la otra persona por como es, en toda su complejidad, con sus defectos y virtudes, sino más bien por cómo querría que fuese. El amor es así un fenómeno de idealización de la otra persona que conlleva una frustración, es decir cuánto mayores son las expectativas, más grande es el desencanto.

El amor romántico se adapta al individualismo porque no incluye a terceros, ni a grupos, se contempla siempre en uniones de dos personas que se bastan y se sobran para hacerse felices el uno al otro. Esto es bueno para que la democracia y el capitalismo se perpetúen, porque de algún modo se evitan movimientos sociales amorosos de carácter masivo que podrían desestabilizar el statu quo. Por esto en los medios de comunicación de masas, en la publicidad, en la ficción y en la información nunca se habla de un “nosotros” colectivo, sino de un “tú y yo para siempre”. El amor se canaliza hacia la individualidad porque, como bien sabe el poder, es una fuerza energética muy poderosa. Todos los grandes expandieron la idea del amor como modo de relacionarse con la naturaleza, con los seres humanos y las cosas, y tuvieron que sufrir las consecuencias de la represión que el poder ejerció sobre ellos.

El amor constituye una realidad utópica porque choca con la realidad del día a día, normalmente monótona y rutinaria para la mayor parte de la Humanidad. Las industrias culturales actuales ofrecen una cantidad inmensa de realidades paralelas en forma de narraciones a un público hambriento de emociones que demanda intensidad, sueños, distracción y entretenimiento. Las idealizaciones amorosas, en forma de novela, obra de teatro, opera, reality show, concurso, canciones, etc. son un modo de evasión y una vía para trascender la realidad porque se sitúa como por encima de ella, o más bien porque actúa de trasfondo, distorsionando, enriqueciendo, transformando la realidad cotidiana. 

Necesitamos enamorarnos del mismo modo que necesitamos comer, descansar, leer, bailar, navegar, ver una película o jugar durante horas: porque necesitamos trascender nuestro “aquí y ahora”, y este proceso en ocasiones es adictivo.

FUSIONAR NUESTRA REALIDAD CON LA REALIDAD DE OTRA PERSONA ES UN PROCESO FASCINANTE O, EN TÉRMINOS NARRATIVOS, MARAVILLOSO, PORQUE SE UNEN DOS BIOGRAFÍAS QUE HASTA ENTONCES HABÍAN VIVIDO SEPARADAS, Y SE DESEA QUE ESA UNIÓN SITÚE A LOS ENAMORADOS EN UNA REALIDAD IDEALIZADA, SITUADA MÁS ALLÁ DE LA REALIDAD PROPIAMENTE DICHA, Y ALEJADA DE TODO TIPO DE CONFLICTOS.

Por eso el amor es para los enamorados como una isla o una burbuja, un refugio o un lugar exótico, una droga, una fiesta, una película o un paraíso: siempre se narran las historias amorosas como situadas en lugares excepcionales, en contextos especiales, como suspendidas en el espacio y el tiempo. El amor en este sentido se vive como algo extraordinario, un suceso excepcional que cambia mágicamente la relación de las personas con su entorno y consigo mismas.

Sin embargo, este choque entre el amor ideal y la realidad pura se vive, a menudo, como una tragedia. Las expectativas y la idealización de una persona o del sentimiento amoroso son fuente de un sufrimiento excepcional para el ser humano, porque la realidad frente a la mitificación genera frustración y dolor.

Como decía Freud, “jamás nos hallamos tan a merced del sufrimiento como cuando amamos; jamás somos tan desamparadamente infelices como cuando hemos perdido el objeto amado o su amor”.

Quizás la característica más importante de esta utopía emocional reside en que atenúa la angustia existencial, porque en la actualidad en el mundo en que vivimos aunque parezca una paradoja, la libertad da miedo, el sentido se ha derrumbado, las verdades se fragmentan, y todo se relativiza. En la actualidad ante una escala de valores humanos bien estructurada, el amor, se ha erigido en una solución total al problema de la existencia, el vacío y la falta de sentido.

Hoy queremos ser libres y autónomos, pero precisamos del cariño, el afecto y la ayuda de los demás. El ser humano necesita relacionarse sexual y afectivamente con sus semejantes, pero también anhela la libertad, así que la contradicción es continua, podríamos llamarlo un estado de “INSATISFACCIÓN PERMANENTE”, un estado de inconformismo continuo por el que no valoramos lo que tenemos, y deseamos siempre lo que no tenemos, de manera que nunca estamos satisfechos. A los seres humanos nos cuesta hacernos a la idea de que no se puede tener todo a la vez, pero lo queremos todo y ya: seguridad y emoción, estabilidad y drama, euforia y rutina.

La insatisfacción permanente es un proceso que nos hace vivir la vida en el futuro, y no nos permite disfrutar del presente; en él se aúna esa contradicción entre idealización y desencanto que se da en el amor en el momento actual.

DEMOS AL AMOR LO QUE ES DEL AMOR, SIGAMOS NUESTRA INTUICIÓN Y CUIDÉMOSLE CUANDO LLEGUE.

EL AMOR ES SENTIMIENTO Y EMOCIÓN EN ESTADO PURO, TERNURA, DULZURA, EL AMOR NO TIENE NADA DE RACIONAL, POR ESO MEJOR LA CABEZA DEJARLA PARA TODOS LOS PROCESOS RACIONALES.


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